jueves, julio 26

Presentación de Otra orilla


Los esperamos este miércoles 1 de agosto
Centro Cultural Universitario
7:00 p.m.

Presentan:
Víctor Barrera Enderle
Ofelia Pérez-Sepúlveda
Mario Méndez
Carlos Ballester

Colectivo Otra Orilla:
José Luis Molina
Salvador Díaz
Óscar David López
Gabriela Cantú Westendarp
Fernando Mol
Nancy Jeannette Garza
Dulce María González

Ofelia Pérez-Sepúlveda en Versos Veraniegos


Jueves 2 de agosto
Galería Regia
8:00 p.m.


Andrómina la yegua y el verano en la cabeza

Por Ofelia Pérez-Sepúlveda

Esta ciudad tiene el rsotro adolescente, el muslo firme,
los senos de película.
Esta ciudad pasa frente al gran escaparate de una guerra
y a nadie pertenece.
Ninguno pidió una ciudad vieja, correctamente maternal,
en mangas de camisa.
Ninguno alzó su mano para solicitar una beca de creatividad,
un premio a la sumisión.
Ninguno firmó una larga carta, redactada con Disculpe,
Modernidad, Deber.
Ninguno ha puesto su trasero al servicio de la vieja burocracia
cultural.

Y lo haremos.
Y la ciudad lo verá con buenos ojos.

Esta ciudad está con ganas porque no hay quién la alcance
con su rostro adolescente, el muslo firme, los senos de película,
no es otra que la yegua que montaron
las voces que levantan la ceniza.

Nueva Canción Regiomontana


Noche de trova en el Teatro Monterrey
Con el grande, el único, el aclamado Gerardo Torres
Viernes 3 de agosto

De McAllen

Rodolfo de la Torre envía fotos del Encuentro en Reynosa-McAllen. Muchas gracias y saludos a los escribientes de la frontera.



Lo interesante de ésta es que parece que le quiero dar un besito de trompa a alguien que no se deja.


Muy contenta después de torturar a los presentes con mi no-tan-breve lectura (nótese mi brazo bicolor y atlético).


Con Rodolfo y Luis Aguilar, entre otros.

sábado, julio 21

El envío de libros y los prólogos

LITERESPACIO
Dulce María González
El Norte
21 Jul. 07


I. Un esfuerzo importante

Unos días después de que hablé en este espacio de los proyectos editoriales independientes en nuestra ciudad, Alexandra Botto, responsable de la Editorial Homo Scriptum, me envió un paquete con los últimos textos publicados.

Se trata de cuatro libros de diseño impecable y, aunque tampoco en este caso se hicieron los trámites necesarios para que las publicaciones tengan existencia oficial y puedan ser registradas, clasificadas e incluidas sin problemas en una biblioteca universitaria, por ejemplo, el esfuerzo salta a la vista.

Además, la gente de Homo Scriptum está relacionada con un grupo de escritores españoles que, encabezados por Uberto Stabile, publican una revista de poesía (Aullido) en Huelva, y esto posibilita que los libros circulen de manera un poco más amplia.

Entre los títulos que ha publicado esta editorial están "De la Piel que se Va" (2005), de María Elena Rodríguez Hernández; "Cien Días de Mayo" (2006), de Uberto Stabile; "Días de Viento" (2007), de Alexandra Botto; y, según me informaron, pronto saldrá a la luz un libro de Lucía Yépez.

También publicaron dos antologías, una de escritores regiomontanos ("Región sin Dónde", 2004) y otra de poetas españoles de Huelva ("Hablando en Plata", 2005), la selección de textos de ambas publicaciones corrió a cargo de Botto y Stabile.



II. La creatividad a flor de piel

Siempre me han llamado la atención los prólogos. A partir de ellos es posible rastrear infinidad de datos interesantes: historias entre líneas, afectos, estrategias para decir o no decir algo, etcétera.

En la antología de poesía española de Homo Scriptum, por ejemplo, encontramos un prólogo de Sergio Cordero, quien había criticado acremente la antología anterior (de poetas regios), cuestionando el criterio de selección de los textos. Una crítica muy común, por otro lado, ya que las antologías suelen conformarse con base en el gusto del encargado de la selección.

El caso es que Cordero se molestó y seguramente eso provocó que lo invitaran a prologar la segunda antología. ¿Y qué hizo Cordero para salir del apuro? Citó un comentario de Octavio Paz, anotó versos de los antologados y, finalmente, en dos líneas, dijo sentirse identificado con ellos porque, a pesar de que su expresión pueda parecer "cruda, prosaica, torpe o desaliñada", es evidente que quieren decir algo y pertenecen a su propia generación.

Por su parte, el regiomontano José Eugenio Sánchez escribe un prólogo al poemario del español Stabile que, sorprendentemente, es el mejor texto del libro.

Aunque lo titula "no prólogo", habla en todo momento de la poesía de Stabile, lo cual lo convierte en un innegable prólogo, es decir, en un texto que presenta a otro. Sin embargo, esta aparente contradicción no es tal.

El texto, impecable, escrito de manera que el ritmo se impone sin necesidad de puntuación, es la muestra de que el presentador es, en efecto, un poeta. En cuanto al otro, Dios lo asistirá en su infinita bondad.

Sucede que, a poco de empezar a leer, caemos en la cuenta de que Sánchez no habla de Stabile, sino de sí mismo: he ahí el "no prólogo". José Eugenio le endilga a Stabile un traje que difícilmente se ajusta a este último, pero al regiomontano le va a la perfección.

La preocupación por "varias de las inutilidades de la poesía"; la descripción del poema como "bufón y guerrillero", como "homenaje y traición"; todo ello habla del trabajo, no de Stabile, sino de José Eugenio.

Los de Homo Scriptum me recordaron otros prólogos, como el que hace Antonio Tabucchi al "Tríptico de Carnaval", de Sergio Pitol, donde el italiano se la pasa hablando de Gadda, de Cardoso Pires, de Bajtín, de Sábato, y al final, después de jamás hablar del texto que supuestamente presenta, sale con la ridiculez de una cartita: "Querido Pitol: Sabes bien que el final no se cierra. Y sabes también que tú seguirás escribiendo aún más...".

O la presentación de Vila-Matas de los cuentos de Pitol (pobre Pitol, qué suerte), consistente en un diario personal en el que comenta los elogios de Pitol hacia su persona, deja claro que pertenecen a la misma cofradía infranqueable y, cuando por casualidad habla del autor al que presenta, lo hace desde la fantasía: "Sergio Pitol está durmiendo en estos momentos en su casa de Xalapa y acaba de caer en las garras de uno de sus sueños más recurrentes...".

En fin, que en todo el mundo se cuecen habas en esto de sacar la vuelta al tema, evitarlo, dejarlo para después, o de plano olvidar al autor y ponerse a escribir sobre uno mismo, que bastante trabajo cuesta sentarse ante la pantalla.

Felicidades a la gente de Homo Scriptum por sus publicaciones.

viernes, julio 13

Los hermanos Dardenne y el mal di pancia del Miki


Pasé el día trabajando, sin despegarme de la mesa del comedor que, como el resto de la casa, está llena de papeles y de libros. De hecho, frente a la barra de la cocina hay un librero. Tener libros por todas partes provoca un ambiente acogedor en el depa, pero es difícil mantenerlo sin polvo. Y a la hora de la comida es un problema despejar el espacio. Hoy preparé hamburguesas con tocino. Una bomba. Andrés comió dos; Marijose y yo, una; Miki, una y media. Hace rato le dimos al pobre perro tacos al carbón de los que cenamos. En este momento está tirado en mi cama, el pobre. No se puede ni mover. ¿Por qué soy tan salvaje en esto de alimentar perros?, me pregunto. Si no mejora en un ratito, le voy a meter un poco de melox por el hocico con una jeringa. ¿Así trataba a mis hijos cuando eran pequeños? Cielos, no lo recuerdo.




Esta noche vimos "L'enfant", de los directores belgas Jean Pierre y Luc Dardenne, película ganadora de la Palma de Oro en el 2005. Un filme lleno de silencios tensos. La atmósfera de frescura y despreocupación de los jóvenes padres que viven en un ambiente marginal, de supervivencia, se rompe de pronto cuando Bruno, el papá, decide vender al recién nacido. Ahí fue donde dejamos de comer y mejor le dimos los tacos al Miki. La realidad cerca a este niño grande, padre del bebé, hasta que no le queda otra salida que convertirse en adulto. Una pelicula hermosa, emotiva, que jamás, ni por asomo, cae en sentimentalismos. Las tomas simples, limpias. Los terribles, profundos, desesperantes momentos de silencio. El pobre Miki comiendo como degenerado, mientras sus amos se muerden las uñas.

miércoles, julio 11

Fantasmas

Dije algo y me desdije y volví a empezar. Qué lío. Hoy quisiera decir cualquier cosa. Que es de madrugada, por ejemplo, y alguien me empuja a escribir. Ese alguien (persona, máscara, personaje, animal o cosa) esta aquí con su mirada blanca, su boca blanca. Me empuja a hablar para, acaso, hablar él (o ella, o eso). Basta, le digo con enfado, no soy medium. A continuación, ensayo unas palabras: "Este día blanco", escribo (ahora mismo, se entiende), "como cualquier otro y sin embargo especial". ¿Satisfecho? (El de la cara blanca asiente) En fin, qué sueño.

sábado, julio 7

Rosario Sanmiguel


El ciclo Santo y Seña, organizado por el Cripil Noreste, tiene ya dos años acercándonos a la obra de los autores de la región. Mediante un par de mesas redondas, los escritores locales somos invitados a discutir y analizar el trabajo de nuestros compañeros.


Pero el objetivo último del Cripil es la investigación y la documentación. Esto ha provocado que las mesas del inicio se hayan convertido poco a poco en sesiones de filmación. En este sentido, María Belmonte se las ha arreglado para realizar esta labor buscando hasta por debajo de las piedras.


Y es que, a lo que afirmamos los participantes cuando hablamos de memoria, es necesario agregar documentos que avalen. Los escritores somos muy dados a la fantasía y ya se imaginará usted lo que sucedería si se diera por cierto todo lo que se dice ante los micrófonos.


El caso es que las mesas del 28 y 29 de junio estuvieron dedicadas al trabajo de Rosario Sanmiguel, narradora de Ciudad Juárez, autora de "Callejón Sucre y Otros Relatos", publicado en 1994 por Ediciones del Azar y Conaculta y reeditado en el 2004 por El Colegio de la Frontera Norte, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y New Mexico State University.


La otra publicación, una novela titulada "Árboles o Apuntes de Viaje", fue editada en 2006 por Puente Libre Editores, proyecto independiente dirigido por Sanmiguel, en colaboración con la UACJ.


Cuando empecé a escribir narrativa, allá por los 80 y rodeada de hombres, como he comentado antes en este espacio, tenía un par de referentes míticos. Patricia Laurent estaba en aquellos años fuera del País y todavía no entraba de lleno en la literatura, mucho menos Gabriela Riveros, Graciela España o Cristina Elenes, que iniciaron después.


Pero Rosaura Barahona mencionaba constantemente a Cris Villarreal, que para entonces se había mudado a no sé qué ciudad del sur de Texas, y Minerva Villarreal hablaba de Rosario Sanmiguel.


Cuando María Belmonte invitó a Cris Villarreal al ciclo, no pude asistir. Ahora debía hacer un esfuerzo para ir a lo de Sanmiguel, si no deseaba quedarme sin nada.


Esa noche, Mario Anteo y su esposa Graciela irían a mi casa a ver una película y cuando les dije que debían esperar a que yo regresara del evento, Mario preguntó por qué me interesan tanto las autoras poco difundidas.


Suelen ser las mejores, respondí, pensando en que si Sanmiguel ha dedicado su vida a escribir, aunque pocos la conozcan, algo muy fuerte debe sostenerla. A ella y a su escritura. Pronto advertí que no me equivocaba.


No es solamente que Sanmiguel logre profundizar en los deseos, los odios, las pasiones o las miserias que mueven a los personajes de la frontera. Tampoco el placer de penetrar sus atmósferas y navegar en ellas, lo cual provoca en el lector esa nostalgia tan peculiar durante la lectura y, en especial, al cerrar el libro.


Es, quizá, que después se nos aparecen los personajes a mitad de la vida diaria. La cantante de tugurio con su flequillo, su manera de hablar y caminar, su pasión por el escenario. La anciana del ejido, rígida y dominante que pasó la vida enamorada del hermano, ahora anciano.


Y a todas horas la presencia de ese río que separa y une. La mirada desde ambos lados de la frontera que, al final, es una misma. Los barcos y los barqueros, los campos de algodón, las casas de adobe, los pueblos terregosos, la nieve, el calor quemante y la pisca y el Sol.


Acostumbrada a relatos politizados donde el fenómeno de migración es un cliché, fue grato encontrarme con esa otra parte: una forma de vida singular donde el amor o el rencor suceden entre nubes de polvo, plantíos, sudores y esperas a ambos lados del río.


Los años de escritura se le notan a Rosario Sanmiguel. A pesar de que la novela, publicada 12 años después del libro de relatos, tiene una estructura muy compleja y un manejo del lenguaje en el que los términos eruditos se entretejen con el decir cotidiano, el lector fluye a través de la historia sin problemas.


Unos días antes de las mesas, Minerva Villarreal me comentó que Rosario Sanmiguel es una persona muy singular. "¿Cómo te diré?", continuó, "la vida es muy importante para ella". Un extraño comentario que no comprendí en el momento, pero confirmé en la lectura: una siente que aquello es pura pulpa de vida.


El caso es que hace un par de días terminé de devorar los libros y continúo instalada en la nostalgia, esperando más de Sanmiguel desde este lado del río.

Texto publicado en la columna Literespacio de la sección Vida. Periódico El Norte. Monterrey, México. (www.elnorte.com)

martes, julio 3

Universos en desaparición


Si alguien asegura que las tormentas que azotaron la ciudad la semana pasada son un castigo de Dios, muy probablemente lo dice en serio. Si otro argumenta razones científicas y se pone a explicar el fenómeno desde la meteorología, seguramente también lo dice en serio. Los humanos interpretamos el mundo desde nuestros particulares códigos de significación.

Cada persona es un universo de imágenes, fantasías, razones, en el momento mismo de voltear a ver la lluvia o una flor. En su mayor parte, ese universo se pierde con la muerte. Como si se borrara un valiosísimo disco duro. El registro de cada vida en particular: fotografías, cartas, diarios, libros, anécdotas, no significa gran cosa al lado de las experiencias reales, los recuerdos, las sensaciones grabadas en la memoria.

En “El tiempo que queda” (Le temps qui reste, 2005), de François Ozon (segunda cinta de su trilogía sobre la muerte), el protagonista toma fotografías de todo lo que ve durante sus últimos días de vida. No podrá llevar esas fotos a ninguna parte ni desea dejárselas a nadie, las toma porque es lo que le gusta hacer. Una fidelidad a su vida (se trata de un fotógrafo) hasta el último momento.

Como nos tiene acostumbrados, Ozon dice mucho más con imágenes que con palabras. La suya es una escritura sutil, planeada, de secuencias muy plásticas y cargadas de significación. La incomunicación de la familia, lo efímero de los sentimientos reales y las relaciones, el incesto, todos estos temas recurrentes en él son presentados por medio de una historia donde se ve la vida de frente. La secuencia final es bellísima: la aceptación de los ciclos de vida, la belleza de la desaparición.


***

PD: La gente suele reírse de quienes creen en fantasmas, en muertos que regresan y ese tipo de fenómenos. Basta echar una revisadita a las teorías sobre el tiempo, las dimensiones del universo, etcétera para que esa risa tan racional se congele. En todo caso, la vida en otra dimensión, o de otra manera (sin el peso del cuerpo, el hambre, el fastidio, los olores, el deseo), no resulta una idea tan atractiva.

De todos modos, está el hecho de que los humanos somos demasiado soberbios, creemos que nuestros aparatos de percepción (los 5 sentidos y sus extensiones tecnológicas) lo registran todo, pensamos que la realidad es, de verdad y sin lugar a dudas, como la ven nuestros pobres ojos. En fin. El caso es que todo desaparece y en este hecho inevitable hay una belleza extraña, sublime y a la vez aterrorizante.



(Es obvio: se acerca el día de mi cumpleaños)

Narrativas

Ya está en línea el número 6 de Narrativas.

Lo puedes encontrar AQUÍ

domingo, julio 1

Mal di pancia

En Italia le dicen así.
Las enfermedades son curiosas. Nos acomodan rico en el cuerpo, justo cuando éste no funciona tan bien. Disfrutamos la cama, nos tratamos con cariño, volteamos a vernos y descubrimos que nos teníamos olvidados. El malestar trae consigo este raro disfrute del cuerpo mal-tratado. Sólo entonces, en ese placer agridulce de las enfermedades no-tan-graves, nos da por tratarlo bien.
¿Por qué seremos así los humanos?
Ajum.